Reflexiones de verano

¿Para qué escribo?

Una vez leí que escribir servía para romper nuestras barreras internas, como si el mero hecho de plasmar en un papel todo aquello que nos viene a la mente, permitiera liberarnos de aquellas ataduras que impiden que avancemos, obligándonos a permanecer en bucle permanente.

O tal vez no lo he leído en ningún lugar y sea mi reflexión personal sobre una necesidad que me impulsa a teclear sin ningún objetivo definido en este momento, provocada por el tedio veraniego y la tranquilidad de encontrarme en mi casa rodeada de vegetación, con el único acompañamiento del sonido de las cigarras.

Parece que nuestras reflexiones personales no tienen ninguna importancia cuando surgen de nuestro intelecto, y en cambio, su valor se incrementa exponencialmente cuando han surgido de la mente de aquellos a quienes creemos brillantes, sin analizar si su brillantez es real o viene impuesta por las modas o la influencia mediática.

Permíteme que parafrasee mi propia reflexión a golpe de tweet:

Cuando escribo me permito romper mis limitaciones internas, liberándome de las ataduras impuestas”

Quizá esta frase sería viral si estuviera firmada bajo pseudónimo, o llevara el sello editorial de un conocido escritor, pero probablemente bajo mi nombre no tendrá ninguna repercusión mediática.

Pero, ¿es esto lo realmente importante? ¿Acaso es relevante para mi?. Cualquier libro de autoayuda nos dirá que no debe importarnos la opinión de los demás, que únicamente nuestra propia determinación o convencimiento de estar haciendo lo correcto debería ser suficiente para lograr nuestra satisfacción personal. Solo aquellos que gocen de esa calma y tranquilidad mental merecen el calificativo de brillantes e inteligentes.

¿Pero que ocurre con aquellos que no lo consiguen? ¿Acaso el 95% de la población merece el calificativo de inferioridad respecto al 5% restante?

No opino que esto sea así. Existen muchísimas personas entre ese 95% que luchan cada día por ser inmunes a la presión externa, a no ser arrastrados por la “manada” y no ser influenciados por aquello que les muestran las redes sociales o los likes conseguidos con cada publicación.

Seguimos siendo personas, con nuestro orgullo y nuestro ego, que se ve satisfecho por el reconocimiento externo. ¿Acaso nuestros hijos no crecen mejor gracias al refuerzo positivo?
Que levante la mano quien no haya alabado los primeros garabatos pintados por su hijo de 2 años, o la primera vez que escribió su nombre a la inversa. Este refuerzo positivo es el que le ha permitido avanzar hasta escribir largas oraciones o ilustraciones maravillosas para un libro.

Con los años, al ser adultos, carecemos de este refuerzo positivo, nuestros progenitores consideran que ya hemos crecido lo suficiente y no necesitamos que nos feliciten ante cada pequeña proeza que realizamos. Si además, nos hemos convertido en padres, debemos ser nosotros los que estamos obligados por ese refuerzo positivo a nuestros hijos.

Entonces ¿qué ocurre con los adultos? ¿Quien cuida de nosotros? Hemos cambiado de rol y nos encontramos perdidos, buscando ese reconocimiento a través de medios externos, bajo la denominación de Redes sociales.
Y el nombre es perfecto, puesto que ese reconocimiento que buscamos lo vamos a encontrar en la sociedad, en la gente que interactúa con nosotros, y que compartirá nuestro selfie, nuestro comentario gracioso con hashtag incluido, hasta convertirlo en viral, permitiendo así que nuestro ego tenga su dosis de refuerzo positivo que tanto necesita.
Esto nos sucede al 95% de la población. Cada individuo necesita una dosis diaria de reconocimiento, que buscará externamente cuando no lo encuentre en su circulo más cercano.

¿Y que ocurre con el 5% de la población? ¿Acaso son más inteligentes que el resto de la manada?
No, no lo creo así. Los que son más inteligentes no son ellos, sino las personas que les rodean; no nos olvidemos que las personas somos seres sociales, necesitamos relacionarnos con otros para conseguir la plenitud en nuestra vida. Sería muy difícil la supervivencia sin las relaciones externas.

Por eso, este 5% de individuos no es que sean más inteligentes ni tengan una mente brillante que les permita ser ajenos a la influencia de la manada y de lo que ésta publica en las redes sociales. Estos individuos están rodeados de personas que saben que el refuerzo positivo es la clave para disponer de nuestra dosis diaria de ego para sobrevivir. Son las personas que les rodean las que crean ese circulo de protección sobre ese 5% de la población.
Por eso, si somos capaces de conceder ese refuerzo positivo sobre aquellos que nos rodean, iremos ampliando el círculo de personas con una dosis de calma mental e inteligencia que nos permitirá romper con la manada y las influencias externas, hasta alcanzar esa ansiada mente brillante.

Con esto cierro mis reflexiones de un día de verano, donde la calma que encuentro a mi alrededor me ha inspirado a plasmar por escrito aquellas inquietudes personales, sin otro objetivo que aclarar mi mente.

Te deseo una feliz lectura.

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